¿Cómo y cuándo conociste a Ojos del mundo? ¿Por qué decidiste involucrarte?

Fue a finales de 2007, en ese momento estaba cursando el máster de subespecialización en córnea y segmento anterior en el Instituto de Microcirugía Ocular (IMO) cuando tuve la oportunidad de rotar con la Dra. Nieto, con gran pericia en la cirugía de la catarata compleja y una de las personas más implicadas en la fundación Ojos del Mundo. Fue ella la que me animó a unirme a una comisión médico quirúrgica al Sáhara, lo que para mí supuso una experiencia muy gratificante, tanto a nivel profesional como humano.

Como oftalmóloga y supervisora de Ojos del Sáhara, ¿cuáles son los principales problemas oculares de los campamentos? ¿qué labores lleva a cabo la Fundación?

En el Sáhara, Ojos del mundo ha realizado el cribado sistemático de la población desde las ópticas y ha llevado a cabo intervenciones quirúrgicas de los pacientes seleccionados a través de comisiones que se han desplazado sobre el terreno de forma periódica. Asimismo, ha realizado importantes labores de sensibilización de la población, tratando de prevenir los problemas oculares evitables.

Sin embargo, a pesar de esta intensa labor, los principales problemas oculares siguen siendo las cataratas y los defectos refractivos no corregidos. Lo que ocurre es que sigue existiendo una alta incidencia de esta enfermedad entre la población refugiada, debido probablemente a las condiciones climatológicas extremas en el desierto, el consumo pobre de alimentos frescos ricos en antioxidantes (como frutas y verduras) y el excesivo consumo de azúcar con el té…

Con las gafas existen varias circunstancias que hacen que, a pesar de contar con una óptica en cada wilaya, los pacientes no se gradúen ni se hagan las gafas como se debiera. En primer lugar, hay muchos pacientes para los que desplazarse para la intervención de cataratas ya supone un esfuerzo económico familiar. Si viven lejos, estos pacientes generalmente no acuden a las citas de control ni suelen graduarse tras la cirugía. En segundo lugar, debido a la arena del desierto y a pesar de los esfuerzos en mantenerlos, los equipos se estropean muy frecuentemente, al igual que las lentes de las gafas que se rayan con mucha facilidad. Por otro lado, en estas circunstancias es complicado mantener la motivación de los técnicos.

¿Y cuáles crees que son los futuros retos a los que se enfrenta el proyecto? ¿Y la organización?

El proyecto Ojos del Sáhara tiene un objetivo muy importante que es conseguir que el Servicio de Oftalmología del Ministerio de Salud de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática) sea más autónomo y tenga más iniciativa. A día de hoy depende exclusivamente de las comisiones internacionales, ya que no existe un especialista sobre el terreno.

El reto consiste en implicar a una persona, oftalmólogo/a o médico/a saharaui, que pudiera, desde allí, actuar de motor y responsabilizarse del Servicio de Oftalmología.

Este profesional tendría que ejercer cierto liderazgo sobre la plantilla de técnicos y, por otro lado, hacer un buen seguimiento del trabajo de las comisiones. Además, con apoyo logístico de la Fundación, debería ser capaz de gestionar esos recursos para garantizar una asistencia oftalmológica a la población saharaui.

Por parte de la organización y hasta bien no se disponga de ese oftalmólogo/a local o bien se resuelva el conflicto que suma ya 40 años, se debería mantener la ayuda humanitaria, de la que los campamentos son dependientes totalmente.

Alguna anécdota que te gustaría compartir relacionada con las comisiones en las que has participado.

Un año fuimos al hospital de heridos de guerra en Haila a hacer unas revisiones a los pacientes allí internados. La verdad es que, de entrada, a nadie le apetecía ir, más que nada por no saber lo que nos íbamos a encontrar. Al final fuimos la coordinadora del proyecto (que por aquel entonces era Bibi) y yo misma. La experiencia, lejos de ser deprimente, fue de lo más enriquecedora: los pacientes estaban perfectamente aseados y acompañados por su familia, resultaron ser muy conversadores y muchos nos contaron anécdotas de la guerra.

Aunque para las revisiones no contábamos más que con una lámpara portátil y un tonómetro, pudimos ver a todos los internos. Allí fue la única vez que probé leche de camella, una bebida deliciosa reservada a los enfermos.

¿Cuál ha sido el momento más emotivo en que has sentido que, realmente, tu labor valía la pena?

Hace unos años operé a un saharaui de una catarata en su ojo único, el otro ojo lo había perdido en la guerra. La intervención fue muy bien y estaba muy agradecido así que insistió en invitarnos a comer a su haima.

El saharaui tenía 7 hijas, todas chicas y la más pequeña, que no tenía más de 4 añitos, estaba tan contenta que bailaba todo el tiempo. Fue muy lindo estar allí y compartir la alegría con esa familia.

¿Puedes definir en una frase qué te aporta colaborar con Ojos del mundo?

Definitivamente me reconcilia con la oftalmología.