El tracoma es la principal causa infecciosa de ceguera en el mundo y 157 millones de personas están en riesgo de sufrirla. Forma parte de las NTD, enfermedades tropicales desatendidas, que, pese a tener un fácil tratamiento, pueden desembocar en una ceguera crónica si no se frenan a tiempo.

Más del 80% del tracoma se concentra en 14 países de máxima pobreza, donde se requiere una acción inmediata. Se trata de zonas donde no hay una higiene ocular adecuada ni acceso al agua ni al saneamiento, lugares donde la infección encuentra el escenario perfecto para aparecer y reproducirse.

Las inflamaciones repetidas de la conjuntiva acaban afectando los bordes de los párpados y las pestañas, haciendo que las cicatrices resultantes rocen el globo ocular y provoquen que la córnea se termine ulcerando.

Una vez contagiado –normalmente por contacto directo con las secreciones oculares de personas infectadas a través de objetos de higiene personal– el ojo necesita recibir el tratamiento adecuado, pero en la mayoría de los casos este no termina llegando porque no hay un sistema sanitario de calidad y las personas afectadas no pueden ni siquiera llegar hasta el hospital más cercano.

Niños y mujeres son los colectivos más vulnerables y expuestos a una enfermedad que está presente en casi todas las zonas más pobres del planeta y que no solo provoca ceguera sino también estigmatización y reclusión. Se estima, además, que el tracoma provoca la pérdida de tres a seis mil millones de dólares en productividad cada año.

La clave de su prevención es un buen saneamiento básico y la educación sobre la correcta higiene personal, no solo para evitar la propagación de la bacteria, sino también la recidiva en los ojos ya infectados. En este sentido, la prevención precoz es el mejor tratamiento.

 

Conoce la historia de Assatou Guindo

Assatou Guindo con sus hijos

Padecía triquiasis, me depilaba las pestañas a diario, ya que mi madre también había padecido esta enfermedad. Si no me las depilaba me picaban los ojos y me rascaba. Mi visión cada vez disminuía más.

Un día, el técnico del Centro de Salud Comunitaria de Bankass, Mahamane, me dijo que los médicos operaban casos de triquiasis. Tenía miedo, no había estado nunca en el centro y al final no fui. Otro día, la sensibilizadora de la CAFO, Binta Togo, me informó que los cirujanos de Ojos del Mundo habían acudido al centro.

Un día un equipo vino a mi casa para tratarme la enfermedad. No tuve elección y acepté con miedo.

En el momento de la operación no sentí nada. A la mañana siguiente me retiraron el vendaje y empecé a ver sin problemas. Al cabo de siete días ya estaba curada. Ahora soy muy feliz, hago todas las actividades sin dolor. Gracias a Dios la operación ha ido muy bien. No tengo dolor y no tengo que depilarme las pestañas.

Estoy muy agradecida. Después de mi operación, otras mujeres del pueblo se han operado también gracias a mi experiencia y a la sensibilización de las mujeres de la asocicación CAFO. Espero que Dios ayude siempre a este proyecto para que continuen operando.