Bibiana Ruberte se ha desplazado durante dos meses a los campamentos de refugiados saharauis para coordinar y seguir de primera mano las actividades organizadas sobre el terreno durante el último trimestre del año. Su estancia ha coincidido con el polémico desalojo que el ejército marroquí ha llevado a cabo en el campamento  de  la  dignidad  de  Agdeim Izik, que reclamaba unas mejores
condiciones de vida para la población saharaui, y los posteriores enfrentamientos en la ciudad de El Aaiún, en el Sáhara Occidental. Aprovechamos para hablar de este y de otros temas con la coordinadora del programa Ojos del Sáhara, cuando se cumplen dos años desde que asumió el cargo.

Pese a estar a más de 500 kilómetros de distancia, ¿cómo se han vivido los incidentes desde los campamentos de Tindouf?

En general los hemos vivido con nerviosismo y confusión, sobretodo por la desinformación de los primeros días y por el hecho que el desmantelamiento del campamento coincidió con el inicio de las negociaciones entre las dos partes del conflicto en Nueva York. La población saharaui refugiada pedía a los representantes del Frente Polisario un retorno a las armas y reclamaba a la comunidad internacional respecto por los derechos humanos en los territorios ocupados. Hay que decir que el personal desplazado de Ojos del mundo en esos momentos no tuvimos sensación de inseguridad y que pudimos implementar las actividades como estaban previstas.

¿Se puede avanzar alguna cosa del estudio de género que la Fundación ha llevado a cabo este periodo en el marco del programa Ojos del Sáhara?

Durante los últimos años, hemos detectado que el porcentaje de mujeres que recibe atención oftalmológica y óptica es menor que el porcentaje de hombres (esta situación se agrava más si tenemos en cuenta que la población refugiada saharaui es eminentemente femenina). Considero que el éxito de los resultados de nuestros programas depende, en gran medida, de la capacidad de ofrecer respuestas diferenciadas a las necesidades de las mujeres y los hombres. Por esta razón contratamos a la técnica experta en género, Paula Señán, que se ha desplazado dos meses a los campamentos con el objetivo  de identificar las variables que inciden negativamente en la asistencia de las mujeres a los servicios de oftalmología.

¿Cómo valoras el papel de la contraparte, el Ministerio de Salud y el Servicio de Oftalmología, ahora que ya hace un tiempo que asume responsabilidades?

El año 2008 iniciamos el traspaso de la responsabilidad de gestión del proyecto a los principales actores locales, que asumieron nuevas tareas como la detección de las necesidades o la puesta en marcha de actividades de prevención y formación. Esta nueva estrategia de intervención pretendía reorientar el proyecto hacia una progresiva sostenibilidad, teniendo en cuenta las restricciones de un contexto inhóspito y geográficamente y económicamente cerrado. Con la renovación del convenio entre el Ministerio de Salud y Ojos del mundo (mayo de 2010) y, de acuerdo con los resultados de los últimos años, podemos decir que esta asunción de responsabilidades se está consiguiendo de forma progresiva.

Por primera vez se lleva a cabo un programa plurianual en el Sáhara (2010-2012). Esto representa un reto, ¿no?

Desde que se inició el proyecto, el año 2001, siempre se habían planteado intervenciones por anualidades. Presentar un programa plurianual constata el fortalecimiento y el crecimiento de la Fundación, y supone también la asunción de una nueva responsabilidad para todo el equipo operativo: establecer nuevos retos y objetivos con la mentalidad de hacer las cosas lo mejor posible. A nivel personal, ser coordinadora de este programa implica una responsabilidad social importante que se acentúa aún más durante los desplazamientos a terreno. Hay que decir que es muy fácil llevar a cabo este trabajo con el apoyo de los compañeros y compañeras de Ojos del mundo, de los voluntarios y voluntarias que año tras año hacen realidad las actividades y de una contraparte local que trabaja para que nuestro programa consiga los objetivos.

¿Cómo explicarías qué son y qué se vive en los campamentos a una persona que no ha ido nunca?

Los campamentos de refugiados y refugiadas saharauis se organizan en cuatro wilayas que tienen los mismos nombres que las principales ciudades del Sáhara Occidental: El Aaiún (la capital del Sáhara Occidental), Smara (la ciudad sagrada), Dajla (la ciudad portuaria más importante) y Auserd (una pequeña ciudad del interior del país). Cada wilaya está dividida en dairas y cada daira en cuatro barrios. Cada familia saharaui tiene una haima que les protege de las duras condiciones climáticas y que simboliza su espíritu nómada y les recuerda que cada día están más cerca de su casa. En los campamentos enseguida te sientes como en casa; es el lugar que te aleja de los demonios de las rutinas de la vida.