Jesús Barragán es desde hace años técnico de equipos del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla, trabajo que combina con la tarea de voluntario de Ojos del mundo. Y es que la figura del técnico de electromedicina, aunque en un principio puede parecer que quede en un segundo plano, es totalmente imprescindible para que el resto de profesionales sanitarios de la Fundación puedan devolver la visión a las personas de los países más pobres. Destaca también su papel de formación del personal local. Barragán es un voluntario muy implicado con la Fundación y sus proyectos, como demuestran las múltiples  visitas a los campamentos saharauis y la colaboración con el programa Ojos de Malí. Le hacemos la entrevista después de un viaje al país africano y a pocos días de irse a los campamentos.

¿Qué papel desarrolla un técnico de equipos en Ojos del mundo?

En principio, el mismo que en un hospital: hacer revisiones, reparaciones y montaje de equipos de uso médico, en este caso los específicos de la especialidad de oftalmología, aunque también se añaden  los equipos de óptica. Asimismo, hay un importante papel de capacitación.

¿Tienen muchas necesidades de formación los técnicos de los territorios donde se llevan a cabo proyectos?

La formación es siempre fundamental en cualquier lugar. Yo conozco los proyectos del Sáhara y Malí y, por ejemplo, en el último de ellos he contactado con un técnico y he comprobado que tienen una necesidad de  formación importante, no sólo a nivel técnico sino también de organización, de gestión de equipos, etc. En estos territorios es fundamental un buen uso y mantenimiento de los equipos, a causa de su escasez y de las dificultades en lo que se refiere a su reparación. Por eso, las actividades de formación de Ojos del mundo tienen para mí una gran importancia.

Acabas de regresar de Malí, ¿cómo ha ido la formación en el IOTA?

La experiencia ha sido corta pero intensa. Como decía antes, las necesidades de formación son muy grandes, pero no sólo de transmisión de conocimientos sino también de dotación de elementos tan básicos como herramientas, materiales o manuales técnicos de los equipos. Sin esto, es muy difícil organizar un servicio de mantenimiento. Pero en Malí la gente es excepcional y me han facilitado mucho las cosas. Creo que es un buen principio y espero que tenga continuidad.

No viajabas al país africano desde el año 2009, ¿qué cambios has notado a nivel de asistencia óptica y oftalmológica?

Lamentablemente, por motivos de seguridad no he podido visitar la región de Mopti para ver la óptica y el quirófano del hospital de Bankass montados por Ojos del mundo. Esta vez me he quedado en Bamako y esto me ha permitido conocer el IOTA. Me ha sorprendido la cantidad y calidad de la asistencia oftalmológica, pero abruma la extensión del territorio que atiende: ¡es para todos los países de los alrededores de Malí!

En abril vas a los campamentos saharauis, ¿qué trabajo harás?

El plan es revisar los equipos de las diferentes consultas y ópticas. Asimismo, empezaré la instalación de una óptica en la wilaya de El Aaiún.

¿Qué te aporta colaborar con la Fundación, a nivel personal?

Para mí es una gran satisfacción poder colaborar modestamente a que se pueda garantizar el derecho humano a la salud, en este caso ocular. Esto y la gente que conoces, te aporta un gran enriquecimiento personal. En los primeros viajes al Sáhara me  impresionó  la  dignidad  con  la  que  el  pueblo  saharaui  mantiene  una  estructura nacional en un territorio que es difícilmente compatible con la vida. Ahora en Malí me ha impresionado el nivel de pobreza existente, que también me ha indignado. Hará falta alguna cosa más que ayuda humanitaria para que países como Malí salgan de esta situación.