Kike Otaegi ha sido y sigue siendo el motor de Munduko Begiak en Euskal Herria. Junto a su pareja, Karmele Lasa, creyeron desde el primer día en el proyecto que les presentó su buen amigo Rafael Ribó y, a lo largo de los años, han conseguido hacer llegar la voz de las personas con graves deficiencias visuales y sin recursos económicos a multitud de personas tanto en la Comunidad Autónoma Vasca como en Nafarroa.

Con sensibilidad y determinación, Kike ha adherido a muchos amigos y amigas a la causa y, actualmente, conforman un incondicional equipo de personas solidarias y comprometidas con las diferentes actividades de la Fundación. Juntos, han organizado múltiples acciones de sensibilización y visibilidad, implicándose en todos los aspectos. Han impulsado, también, proyectos de captación de fondos, como la Jornada Solidaria en Donostia, que lleva ya seis ediciones, cada vez más exitosas, con más asistencia y recaudación.

Asimismo, Kike ha representado a la Fundación en diversas reuniones con entidades colaboradoras y financiadoras, contribuyendo al prestigio que Munduko Begiak tiene en Euskal Herria como entidad referente en la lucha a favor del Derecho Universal a la Visión. Desde 2012, ya jubilado de su profesión, Kike concentra esfuerzos en Nafarroa y ha dejado la representación en la Comunidad Autónoma Vasca en manos de Ana Isasa, impregnada de su misma motivación y competencia.

Según Miren Rodríguez, coordinadora de Munduko begiak en Euskadi, “nada de lo que ha sucedido hubiese sido posible sin la fuerza y la entrega de Kike”. Y que así sea, por muchos años más.

¿Por qué decidiste elegir Munduko begiak como entidad a la que dedicar tu tiempo y tus esfuerzos? ¿Qué te aporta estar involucrado con la Fundación? ¿Y qué te ha llevado a continuar durante tanto tiempo?

De entrada, no digo nada nuevo si señalo que la sociedad vasca ha estado y está muy concienciada en torno a la solidaridad de formas muy diversas. Está dentro. Con ese entorno cercano y, si tienes algo de sensibilidad y disposición, puedes estar en condiciones de aportar algo hacia otros, sean cercanos o lejanos.

Cuando Rafael me comentó el proyecto de Ulls del món, lo que más me atrajo y animó fue lo de resolver situaciones de ceguera evitable. Se trataba de algo concreto, tangible, efectivo. En algunos países, a pesar de la pobreza y falta de estructuras de atención ocular, se podía empezar a resolver problemas que en nuestro entorno no son tales. Que las comisiones de oftalmólogos que iban a operar aportaran unos números de resolución de cegueras evitables, como en el caso de las cataratas y que esto, a su vez, incidiera en la mejora de su situación económica. Además de resolver un serio problema de salud, ayudaba a tales personas a salir de su oscuridad, ver la luz de la posibilidad de trabajar, de poder incorporarse a actividades productivas, que pudieran ayudar a limitar su pobreza personal y familiar… Todo esto me animó a echar una mano y a soñar en algo que hoy se denomina Munduko begiak – Ojos del mundo.

Soy de la opinión de que, en cualquier ámbito de la vida, si aportas, recibes. En relación a este tema, recuerdo los relatos de vivencias, experiencias, sentimientos de los oftalmólogos y del personal auxiliar, al ver la reacción de sus pacientes tras ser operados con éxito, y ver o volver a la luz.

Has conseguido formar un sólido grupo de voluntarios, ¿Cuál ha sido la clave? ¿Cómo has podido contagiarles tu entusiasmo para que se comprometan con la causa?

Suelo comentar, de manera metafórica, que cuando trabajaba siempre llevaba dos carpetas: la profesional y la de voluntario, pero la realidad era que la segunda apenas la miraba. La situación de soledad, quiero decir de estar prácticamente solo, me presentaba, a su vez, la necesidad de activar algún grupo de personas, de poner en marcha un grupo de voluntarios. Tras varias reuniones explicativas, recuperando antiguos amigos, creando otros, familiares y demás, dio como resultado hace unos ocho años la formación de un grupo de voluntarios que ha ido incrementándose, creando una estructura que ha impulsado y consolidado Munduko begiak.

Personas de profesiones diversas, con sensibilidad hacia los problemas sociales, que creen en la idea madre de la ceguera evitable, con una concepción común del voluntariado como algo derivado de la voluntad personal de cada cual, que aporta lo que sabe y conoce, con un funcionamiento horizontal y sin obligaciones más allá de la responsabilidad voluntaria que asuma cada cual en la realización de las diversas actividades de sensibilización, montaje de exposiciones fotográficas, contacto con instituciones, presentación de proyectos, labores pedagógicas con jóvenes estudiantes, comidas solidarias, organización de eventos musicales y culturales, etc., y que da como resultado la presencia de un grupo humano, donde  la asistencia a las reuniones es prácticamente unánime, y donde  el respeto y la idea del consenso y de la colaboración mutua están presentes en los debates.

Esta estructura de voluntarios y voluntarias, alrededor de 10 personas, reactiva, a su vez, a otros cooperadores puntuales que nos ayudan y aportan en la puesta en marcha de determinados eventos, como en el caso de la anual Jornada Solidaria. A destacar a su vez, la presencia con carácter profesional de Miren y de Alfonso, con su implicación en labores administrativas, en la elaboración de proyectos, y en los contactos con la Administración, aportándole a Munduko begiak un estatus de profesionalidad y de un buen hacer, y a los voluntarios un punto de apoyo para pensar en otros retos.

¿Cómo ves el futuro del voluntariado en Euskal Herria? ¿Y el futuro de Munduko begiak?

He señalado antes la existencia de un alto grado de implicación social en el tema de la solidaridad… y hablar del futuro, creo que implica, conocer lo que nos viene.

A nivel de Munduko begiak – Ojos del mundo, se nos presentan situaciones comunes a las de otras fundaciones u ONG. Por ejemplo, ¿cómo atraer a personas más jóvenes a entornos e inquietudes, cercanas a las nuestras, de manera que esto no se presente como algo para los jubilados?

El extender nuestro mensaje a la sociedad vasca es un tema para reforzar y, sobre todo, la consolidación del proyecto. Y, con ello, el intento de ampliar el número de voluntarios y voluntarias con otras actividades.

¿Qué actividades te han resultado más satisfactorias y cuáles más dificultosas de acometer? ¿Qué actividad que todavía no hayáis realizado te gustaría organizar?

Pues quizás una, que fue la que más me costó organizar en plena travesía del  desierto. Desde hace años, llegan a Euskal Herria numerosos niños y niñas del Sáhara a pasar sus vacaciones. Creo que fue el año 2012 cuando la mayoría (65) de los niños y niñas que llegaron aquel verano a Gipuzkoa tuvieron la oportunidad de que su salud ocular fuera revisada en el Servicio Vasco de Salud. Contamos con la ayuda de oftalmólogos residentes en el País Vasco; varios de ellos, voluntarios de Ojos del mundo y partícipes de las comisiones médicas que se trasladaban a otros países. Con esta iniciativa, además de detectar dos casos complicados (uno de ello fue tratado aquí y el otro tuvo continuidad de su atención en los mismos campamentos del Sáhara), conocí mejor la problemática de la visión y me ayudó a reafirmarme en lo que se hacía.

¿Qué actividad organizar? Puestos a soñar, la de poder implantar, a nivel de Euskal Herria, algún evento socio-médico-cultural, de gran impacto, y que pudiera ser un medio de dar a conocer a la ciudadanía la situación de la salud ocular en numerosos países.

¿Cuál crees que ha sido y sigue siendo tu mayor aportación a la lucha contra la ceguera evitable?

Me satisface el haber empujado a activar y consolidar lo que hoy es el grupo estable de los voluntarios de Munduko begiak – Ojos del mundo en Euskadi y Navarra.