Niño con gafas graduadas En las escuelas de Bolivia se encuentran innumerables casos de niñas y niños que están al borde del fracaso escolar por un problema de visión. Sus familias son muy humildes y no tienen ni recursos económicos ni la información necesaria para ser conscientes de la importancia de la salud ocular. Por eso es tan importante la capacitación de los maestros y maestras para que en las escuelas puedan detectar los problemas oculares. Las historias de Edward y Madelin son un claro ejemplo, sus vidas cambiaron en noviembre de 2019.

 

“Mis compañeros se ríen porque no puedo leer”

Edward Campos tiene 11 años y estudia en la Escuela Huajara Primaria de Oruro. Tímido y retraído, se resistía a participar en las clases de lectura porque le dolía la cabeza “y mi tripa se revolvía después de leer”.

Su retraso en la lectura perjudicaba su aprendizaje y, aunque le daban mayor apoyo escolar, Edward no mejoraba. Por eso su maestra sospechó que quizás tendría algún problema de visión y recomendó a sus padres que visitaran a un especialista. Pero el padre de Edward no era partidario, creía que su hijo simplemente no tenía cabeza para estudiar y quería sacarlo de la escuela para que trabajara en un taller mecánico.

Niña con gafas graduadas con su madre

La maestra se sentía impotente, hasta que asistió a unas clases de formación de Ojos del mundo para poder revisar la agudeza visual de sus alumnos. En cuanto obtuvo la capacitación, lo primero que hizo fue comprobar cómo, efectivamente, Edward tenía deficiencias visuales. Con los resultados de las pruebas pudo convencer a sus padres de que su hijo tenía problemas refractivos y Ojos del mundo podía ayudarle. A las dos semanas Edward recibía sus gafas graduadas y vio cómo mejoraba su vista y sus resultados académicos, por lo que ya no tenía que pensar en abandonar la escuela.

 

“Ahora explico a todo el mundo el cuidado que hay que tener con los ojos”

Madelin Mamani tiene 10 años y estudia en la Escuela Uru Uru 2 de Oruro. Proviene de una familia migrante del área rural, su padre se dedica al comercio ambulante y su madre trabaja en diferentes empleos eventuales para conseguir mantener a sus 6 hijos.

Cuando Madelin notó que su vista empeoraba y pidió ayuda a sus padres, ellos tenían un desconocimiento absoluto sobre las enfermedades oculares y era un tema que les sobrepasaba, por lo que no le prestaron demasiada atención.

Finalmente su maestra le realizó la toma de agudeza visual y confirmó sus sospechas, tenía problemas refractivos. De este modo pudo recibir atención oftalmológica de Ojos del mundo y se le entregaron unas gafas graduadas que le cambiaron la vida. Porque no solo mejoró su visión: después de asistir a las charlas de sensibilización, Madelin se convirtió en portavoz de la salud ocular y ahora anima a sus compañeros y compañeras a cuidar su visión para que no tengan que pasar por su mala experiencia.